Segundo puesto | Categoría infantil
“Nunca te dejes tocar de un hombre; ni siquiera la mano porque quedarás en embarazo”, fueron las palabras que mi abuela escuchó a la edad de 9 años, su madre en su afán por educarla daba este tipo de consejos. Mi abuela disfrutaba de su inocencia e infancia y claro grababa con gran temor estos consejos pues mi bisabuela era algo estricta. Un día como era costumbre a la casa llegaban lugareños y cazadores en busca de refugio porque venían de muy lejos y mis bisabuelos los atendían muy bien y eso también era una entradita de más porque en esa casa había ¡que batallón! para mantener; y en una de estas visitas, un cazador se le acerca a mi abuela y le da la mano como ademán de saludo y ella sin musitar palabra sale corriendo horrorizada por aquello que acababa de suceder, se esconde en la conejera y pasan las horas y ella en un mar de lagrimas mira su mano como el más vil de los pecados y no sabe cómo decírselo a sus padres y mucho menos que va a hacer, ¡qué pesar! Pobre criatura. Su padre ya preocupado por la ausencia de su pequeña sale en su búsqueda cuando a lo lejos escucha un pequeño llanto se acerca y ve a su pequeña en una sola mortificación; él con mucha maña se le arrima y le pregunta cuál es la causa de tal llanto; a lo cual su inocente hija le contesta: ¡Pa es que estoy en embarazo!, mi bisabuelo con una cara de espanto la mira; pero ¿cómo, ¿Qué dijiste? Mi abuela le cuenta con pelos y señales todo lo ocurrido con aquel cazador y le recuerda aquellas palabras que su mamá le había dicho y que ahora se habían convertido en una terrible realidad, una simple carcajada sale de mi bisabuelo, ¡Dios mío pero que ocurrencia! ¡pobre de mí chiquita inocente! Luego de una charla de padre e hija de esas que por cosas de la vida uno no quisiera terminar, mi abuela lo comprendió todo y le volvió la paz que por un instante había perdido y eso si mi bisabuelo le dio un buen llamado de atención a mi bisabuela y que a la próxima fuera más clara con los consejos; pero ella tampoco tenía culpa ahí, así la criaron a ella también, pero no me explico hasta el día de hoy como con esa inocencia que ella tenía hay tanta descendencia en mi familia porque eso si somos como unos tantos y esperamos más.
Ana Sofía Atehortua Mesa, 11 años
Yarumal, Norte
Ilustración: Isabel Giraldo @maicito.criollo


