Primer puesto | Categoría juvenil
Isabel está muerta, y mamá dice que yo la maté. Desde entonces, todas las noches “eso” aparece. “La cosa” no es original. De hecho, lo tomé prestado de un libro que Isa me regaló; pero desde lo de Isa me es doloroso tan siquiera pensar en algo que me la recuerde. Era muy imaginativa, siempre dibujando paisajes imposibles, pero que de una u otra forma eran parecidos a las montañas y la vegetación que rodeaban nuestra casa, cercana al pueblo de Santa Bárbara. “La cosa” no tiene horario, pero esto no importa. En realidad, cuando aparezca, su mirada de odio la sentiré donde sea que esté. Mamá no me ayudará: desde la muerte de Isa y la huida de Papá, sus ojos, antes indiferentes a mi presencia, jamás me voltearon a mirar. Pero puedo ver que en su muñeca aún usa esa pulsera azul con detalles rojos que Isa y yo hicimos en la escuela una semana antes de que mi hermana intentara defenderme de papá. A veces, cuando puedo descansar de la sombra de odio que me persigue, todavía puedo oír el crujir del cuello de Isa al chocar con la mesa de noche al lado de mi cama, tras ser empujada por papá… El odio que me hizo agarrar mi lámpara y deformar su cara a golpes no se ha ido; de alguna manera, se ha traspasado a todo lo que hay a mi alrededor. Es como una oscuridad, muerta desde su concepción, que me mantiene cautiva en el fondo de todo su odio, asfixiándome cada segundo que “la cosa” ve que sigo viva. No hay nada más que eso. ¿Mi apariencia?, ¿mis gustos?… Mi nombre… Todo eso se hundió, no desde la muerte de Isa: desde hace mucho tiempo está hundido en esa oscuridad. Hoy, “la cosa” finalmente se ha decido a matarme. No puedo quejarme; en realidad, esperaba que lo hiciera. Solo quería irme sin más, dejar de luchar contra ese lugar de odio que inundaba cada aspecto de mi vida, escapar de esta oscuridad que me consumía. En ese último suspiro, en ese último momento de lucidez, descubrí en esa masa amorfa de oscuridad, que con todo su odio trataba de romperme el cuello, una pequeña pulsera azul con detalles rojos. Ahí, al sonar de un crujido, me volví uno con la oscuridad.
Emmanuel Gómez Gallego
Santa Bárbara, Suroeste
Ilustración: Isabel Giraldo @maicito.criollo


