Tercer puesto | Categoría juvenil
Acabo de perder el año. La verdad, ni siquiera intenté salvarlo. Simplemente no quise hacer los talleres finales, esos que me hubieran permitido pasar a octavo grado. Ni siquiera sé si volveré a repetir séptimo. No sé qué me pasa. La madrina dice que he sido desnutrido y que por eso no pienso. Pero sí pienso, todo el día tengo pensamientos en mi cabeza. Creo que no es cosa de desnutrición sino de aburrimiento. En el campo las familias se están despedazando y la mía no es la excepción. A mi padre nunca lo conocí y mamá se la pasa trabajando, de pueblo en pueblo. Yo vivo en el Hogar Juvenil Campesino de San Carlos y de allá también tendré que irme si sigo mal en el estudio. Yo no quiero ser un estudioso. No pienso en ir a la universidad, sólo quiero ganar mucho dinero para irme a París. He preguntado mucho por esa ciudad. Sé que es la capital de Francia y que tiene una torre muy famosa. Sé que dicen que es la ciudad Luz y del Amor, y a mí me falta luz y amor. Por eso me dediqué a escribir este cuento, porque quién sabe, de pronto gano algo y puedo ahorrarlo para ese viaje a París. Allá está el hijo de una tía materna, mi primo Jonathan. Él se fue de ilegal pero ya está haciendo vueltas para que lo nacionalicen. No ha cometido delitos y trabaja limpiando calles. Un día mandó fotos al celular de mi tía y yo las vi. Eran fotos de esa ciudad, de palacios, de un río, y de un bosque llamado Boulogne donde se reúnen otros latinos. Mi primo dice que allá, en ese bosque, hay muchos travestis que venden su cuerpo. Yo no entiendo eso. También me contó que todos los latinos que conoce trabajan y se ganan hasta 50 euros al día. Si yo me ganara todo eso, ahorraría para volver a Colombia y montaría unos billares. También me compraría una bicicleta para recorrer las carreteras. Siempre he querido una bicicleta. Cuando le cuento a mi mamá sobre mi deseo de ir a París, se burla de mí. Me dice que soy un soñador, y que soy muy bobo porque quiero ir a París para devolverme. «Entonces de una vez quédese acá, y se ahorra el viaje», me dice mientras se carcajea. Mamá me quiere, pero trabaja mucho. Yo creo que tanto trabajo la amarga y por eso ya no cree en los sueños. Si llego a ir a París, le mandaré fotos para antojarla. Y si me va bien, la llevo a ella también. A ella también la hacen falta luz y amor.
Yadier Heiler Buitrago
San Carlos, Oriente
Ilustración: Juliana Quitian @rosaem__


