Ganador Infantil
Como si fueran personas normales, los muertos se levantan, aunque solo otros muertos los ven; salen de sus ataúdes, caminan, conversan se asolean y chismosean; bajan al parque y se sientan por ahí con un parcero a tertuliar. Esos muertos, aunque no los vemos, siempre están por ahí en cualquier parte del pueblo, bajan bien temprano a la catedral para estar en misa los domingos y hablan con Juan del Corral que allá en la parte de abajo siempre se mantiene (porque como ese casi no sale). Pero, además de eso, ellos siempre nos visitan para ver si estamos comiendo bien y, sobre todo, para cuidarnos. Aparte de todo eso, esos muertos son maldadosos, porque si alguien no les agrada, y está vivo todavía, de noche van y le jalan los pies, le abren las puertas. Es que, mejor dicho, no lo matan del susto porque les da pesar. Y en diciembre los muertos, pinchados esos todos, se van a ver alumbrados a todos los pueblitos que queden cerquita, y se quedan parrandeando casi hasta el otro día. Ah, y esos muertos gomelos, esos que tenían plata en vida, luego de morir se dieron cuenta de que después de la muerte el dinero no sirve, y todos en general aprendieron que hay que 20 disfrutar la vida porque es una sola y bien cortica, y después de morir, aunque se pase bueno, ya no es lo mismo que en vida. Pero a fin de cuentas para morir nacimos, no obstante, si de algo nos tenemos que morir, por algo tenemos que vivir.
Julián Giraldo Ríos, 12 años
Rionegro, Oriente