Ganador Adulto
Todo color se tiñó de gris. Los días son oscuros y a veces es difícil diferenciarlos de las noches. Las aves y las criaturas migraron después de que los últimos árboles desaparecieron. El aire es ahora una extraña y pesada combinación de gases que sustentan perniciosamente las vidas de quienes sobreviven en la urbe. El otrora valle primaveral es una extensión de tierra en la que trajinan, ya casi sin sentido, los pocos habitantes que dedican sus vidas a labores industriales, repetitivas, monótonas. Al igual que muchos, él trabaja recolectando los residuos metálicos que sobran de las factorías y, como todos, reside en los derruidos edificios que aún quedan en la sombría ciudad. Pero él no es como los otros. Desde hace unos días su corazón cambió y nació un brillo de esperanza en sus ojos. Hace muy poco, no sabe cuánto, encontró el brote de una pequeña planta entre una fractura del piso de su cuarto. Un brote. Verde. Vivo. Fresco. Y a la vez extraño, paradójico, ajeno al presente. Tomó el brote con cuidado y lo trasplantó a una pequeña vasija. Abrigó sus raíces con un poco de tierra y cada día de la escasa ración de agua que le corresponde destina una pequeña cantidad para rociarlo. Las autoridades han señalado que todo indicio de naturaleza debe ser reportado. Pero él no entiende la razón por la que quiere ocultar su descubrimiento. No sabe si es amor o egoísmo. El matiz vívido y conmovedor del brote le recuerda su niñez, las caricias de su madre, la sensación pura y sutil del aire, los sonrientes días de un pasado brillante y colorido. Un pasado imposible al que todos quisieran volver. Hace una semana el supervisor del área de trabajo a la que él pertenece lo reportó como ausente. Hoy los indiferentes vecinos tocaron a su puerta al advertir su desaparición. Él se quedó en su propio espacio, absorto, pleno de dicha, extasiado en un verde inigualable que contagió su alma. Sentado frente al brote, que ya da asomos de un botón rosa, él recreó su nuevo mundo apartado de la plomiza realidad. Nadie lo volvió a ver.
Carlos Julio Roldán Zapata,, 49 años
Santa Rosa de Osos, Norte
Ilustración: Wilson Pérez “Wilde”